Cuando te
conocí me latía en la sien derecha una gota de sangre, una pantera viva en un
diamante. Quién hubiera dicho, más tarde, que serías flor de pelotudo.
Cuando te
conocí pasé por alto detalles, como esa oruga espantosa que germinaba de lo que
pensabas, como que tu voz venía de las tumbas, como que iba a morir en la pieza
del fondo de la casa de tu vieja, en ojotas, con tres perros y tres críos.
Yo tampoco
era intensa, era exagerada. A mi tampoco me florecieron paces, fui un quilombo.
Por eso el
tiempo es agua y nada existe de verdad.
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