TRAGISALSA

Si esa noche me hubieran otorgado el préstamo que necesitaba, no hubiera terminado en la plaza Independencia, apretando la mano de mi sobrina que era muy chiquita para entender la vergüenza que su tía lloraba.


Si no hubiera ido a parar a la plaza esa noche habría estado pagando mis deudas, y los pies no me hubieran llevado a aceptar la invitación de un muchacho egipcio a tomar vino con el estómago vacío.


Si el vino no hubiera sido tan bueno y el muchacho no hubiera sido tan fuerte y hubiera hablado mi idioma, un tema de conversación hubiera llevado al otro y hubiera sido una deliciosa borrachera de viejos amigos.


Pero oriente y occidente siempre dieron vueltas para comprenderse, por eso siempre se han amado, y además sonaba el lado oscuro de la luna entonces dormimos juntos.


Si esa noche no hubiéramos dormido juntos, yo habría ido a trabajar a la mañana siguiente, como estaba previsto.


Si hubiera trabajado a la mañana y no a la noche como lo hice finalmente, al salir hubiera vuelto en taxi compartido como siempre, y no hubiera esperado un hediondo colectivo bajo un farol oscuro: un señor muy horrible de nariz grasienta no me hubiera asaltado.


Si el buenhombre que se llevó mi último dinero no lo hubiera necesitado en verdad, no habría cometido tan desagradable desliz, y yo no habría ido a parar llorando a los brazos de una parejita de colombianos que por razones muy nobles vivían en mi casa por esos días.


Mis huéspedes no me hubieran consolado como criatura esa noche, y yo no hubiera comenzado a adivinar que en el alma de los colombianos se encuentra la fuente inagotable de la alegría latina, y unos años después no hubiera viajado yo a mezclarme un poco entre ellos, en su tragisalsa de guerrilla, música y generosidad.


Pero volviendo a lo más profundo de mi mala suerte, creo que nunca me hubiera enamorado de ese árabe inmenso si este ladrón de damas no me hubiera dejado en semejante desprotección.


Lo habría dejado ir sin que me doliera todo el cuerpo.


Pero todo me estallaba y terminé vendiendo mi televisor para alcanzarlo en Salta. Si tan sólo hubiera tenido el DNI que el narigón me robó, lo hubiera seguido por el continente entero en su viaje loco, luego hubiera cruzado el mar con él como mágico marido musulmán.


Todo eso hubiera ocurrido si no hubiera estado enfurecida de pena en la plaza independencia esa noche que me invitaron un buen vino, hubiera dicho que no, que no necesitaba olvidar nada que muchas gracias otra vez será.


Pero como fui, y hablar era difícil, y estos muchachos de Pink Floyd se van poniendo cada vez más habilidosos en cantar por la noche, y yo quise aprender a leer el Corán en árabe pero era mujer y me hubiera debido limpiar el cuerpo y el espíritu para tocarlo y era mucho esfuerzo, no hubiera dormido a lo árabe esa noche con el extranjero.


A la mañana siguiente hubiera trabajado y nadie se hubiera atrevido a robarme a plena luz del día, y yo tendría mi documento de identidad y entonces sí, hubiera podido salir del país detrás de Adel el egipcio.


Pero era una indocumentada y así no se puede viajar.


Ay si hubiera tenido documentos...


Hubiera arruinado mi noviazgo árabe en el viaje, por lo tanto, un par de años después él no hubiera cruzado medio planeta para verme, y comprobar que sí, que efectivamente ya no había amor. 


Y como ya no había amor, y la revolución había estallado en Egipto, yo no viajé ese año al Cairo si no al pais de mis mejores hermanos.






Si todo eso no hubiera ocurrido, yo no habría venido a parar a estas tierras de sangre y oro donde estoy, ni habría llorado tanta belleza que me trae el Caribe, ni hubiera compartido con mis hermanos más sufridos el dolor de ser latina, ni se me habrían metido las montañas que anduvo Bolívar bajo los párpados para no olvidarme nunca lo cerca que latimos, Colombia y yo.




(Isla de Barú, marzo de 2011)



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