La impunidad como política de Estado





Hay un punto de quiebre entre un Estado ineficiente para garantizar seguridad y justicia y un Estado que orienta conscientemente su política de seguridad hacia la impunidad. Y ese punto de quiebre está marcado por razones meramente económicas.



La impunidad en Tucumán es un negocio. La inseguridad es un negocio que genera dinero, y uno de los primeros beneficiarios son los negocios de policía paralela. Se estima que en el país el cincuenta por ciento de las empresas de seguridad privada están integradas por ex policías. Una ciudad que siente la inseguridad es buen mercado para la el negocio de la protección paga.



Las empresas de seguridad privada cumplen una función importante: no sólo reemplazan a la policía en sus deberes de prevención, sino también absorben mano de obra excedente de las fuerzas de seguridad desplazadas por diversos motivos: desde irregularidades hasta jubilaciones. Además, evita el peligroso problema de policías destituidos deambulando por la ciudad: las empresas de seguridad privadas los absorben, los utilizan y les dan trabajo. Uno ex policía contento es un ex policía que no denuncia.



El segundo negocio de la impunidad está marcado por la ineficiencia del Estado a la hora de mantener subordinadas a sus propias fuerzas de seguridad. La policía es el sector gremial con mayor poder objetivo de negociación, y en Tucumán es frecuente enterarnos de amotinamientos por cuestiones salariales. Los aumentos conseguidos por el sector siempre superan ampliamente a los de los demás trabajadores.



El sistema de trabajo de 24 horas por 48 de descanso garantiza a un policía que se considera mal pagado la posibilidad de hacer servicio adicional: es decir, ofrecer sus servicios a cambio de dinero. Así, es muy común “contratar” policías para eventos, como si la función del policía no fuera custodiar de oficio.



Pero la carencia salarial tiene consecuencias más graves. Las zonas liberadas a la delincuencia, el regenteo de redes de venta de droga y su correpondiente “comisión” para la policía, y el negocio recaudatorio de las comisarías con las detenciones por contravenciones son las realidades más preocupantes.





Cuando el Gobierno se refiere a la “sensación de inseguridad” no está bromeando: paralela a la realidad, la “sensación” es la mejor publicidad para un Estado que se muestra ineficaz en mantener el bienestar de sus propios uniformados. Sin la sensación de inseguridad ni las empresas de seguridad privadas ni los policías en descanso tendrían trabajos adicionales.



La impunidad es la contracara de la inseguridad. Una provincia en la que los delincuentes gozan de impunidad, en muchos casos avalados por irregularidades policiales, judiciales y políticas, genera un ambiente de indefensión en la que el negocio de brindar seguridad encaja muy bien.



En Tucumán el Gobernador José Alperovich no hace sino reforzar la idea de que la cuestión de la seguridad se encuentra librada a las leyes del mercado. Consultado por la prensa en reiteradas oportunidades, su política de seguridad no tiene más ejes que “combatir el alcoholismo y la drogadicción”. Frecuentemente solicita vigilancia a los padres de los delincuentes y está empeñado en que haciendo desaparecer de los relojes tucumanos las horas de la delincuencia, la delincuencia acabará: Según él, la provincia comienza a tener problemas a las 4 am.

El negocio de las contravenciones

Las contravenciones son una fuente de ingreso legal e ilegal de las comisarías.


Por lo general las detenciones por contravenciones deben transitar un trámite que, para el detenido, resulta largo de soportar desde una celda. En teoría la Policía no puede retener a una persona más de 48 horas sin una resolución de la Jefatura que, por lo general, tarda 48 horas en emitir.

Una vez que el juez y parte en la cuestión (la Policía) dictamina la culpabilidad en la comisión de la contravención, se fija un apena en días de arresto que puede ser reemplazada por el pago de una multa para recuperar la libertad. No existe durante el proceso derecho a defensa, y el trámite continúa su camino hacia la culpabilidad.

Sí después el acusado puede apelar la medida, y llevar el caso a Tribunales, pero no sin haber cumplido antes el arresto o pagado la multa a cambio de la libertad.

Muchos jóvenes con contravenciones incomprobables son informados en las comisarías de que el trámite es largo y, en algunos casos, previendo el monto de la multa, se les ofrece el pago “por antincipado” para recuperar la libertad. De esa manera, la detención queda asentada en el aire, la comisaría recauda, y el dinero no entra al circuito oficial.

La contravención más común es “desorden”. Una tipificación vaga, en la que pueden encuadrar diversas conductas, muchas de ellas incomprobables.

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LOS ROSTROS DE LA IMPUNIDAD





















FIEBRE DE SÁBADO POR LA NOCHE

Nena: ya pasaste los 30, y ese hermoso capullo que escondía tus encantos se ha abierto mostrando al fin el universo de delicias que tenías para el mundo. Y así vas por la vida, desafiando a tías casamenteras, asumiendo un par de flotadores como parte del hechizo, formulando teorías sobre la plenitud de la vida adulta. Saltás de cama en cama cual libélula y tenés un grupo muy copado de treintones con los que reís aliviada de haber pasado la década de la boludez. 

Pero el cuerpo llama. Es sábado a la noche, convocás un par de amigas y salís de cacería: encarás los taco aguja con coraje y salís con las chiquis. Las nenus, las que suben fotis re locas al face, las que creen que Florencia Peña debutó en "La Niñera". El primer presagio del desastre es el mensaje “Chus, ns vms en ld la flakis gtn t n hip no no nooooo XD!” Error de lectura: coordenadas incorrectas, recalculando. Llamás, porque tenés 30, y tenés crédito. Llamás “Dónde mierda es???” La respuesta es confusa “Ay pará pará que no se escucha, escuchaaaá venite ya que hay weigh streanch uuuhhhhh venite” los sonidos se funden en una especie de grito animal en frecuencia superaguda que deja secuelas acústicas. Tafirol. Algo más de maquillaje y un ayudín. Te tomás un taxi, porque tenés más de 30 y te alcanza, y el taxista te pregunta “a dónde señora?” Hola! Tengo un flor de vaquero y un escote hasta el pupo,cómo hacen estos primates para adivinar la edad de una? 

De las chiquis solo quedan las hilachas. Tres desaparecieron con sendos masculinos, y las tres que quedan se unen en bailes lésbico-eróticos que vos pensabas que solo se veían en la tele. La música es irreconocible. La cintura de las tres unidas iguala la tuya, pero confiada te unis al grupo recordando que a su edad sacabas chispas. 

Y entonces ocurre: “Hasta abaho, hasta abaho” suena en los parlantes. Esta la conocés. Ahora van a ver lo que es abrirse de gambas y empezás “Hasta abajo, hasta abaho” Abrís los ojos en lo mejor de tu perreo y ahí descubrís que la plasticidad no es tu fuerte: golpeás con la rodilla el ojo de tu amiga, que en verdad ha llegado hasta abaho, y descubris con estupor cómo es la vida desde las alturas. Trastabillás, el taco se te dobla y cuando estás por besar el suelo aparece, por fin, la primera presa de la noche. Te ha cogido del brazo y te ayuda a incorporarte. Miraditas, ji ji, sonrisitas. “Estás bien amiga?” “Obvio, de una!” pero el pibe ya no está: en un vertiginoso pase de magia una flaca le sacude sus encantos a la altura de la ingle. 

Ok, vamos a mi juego, insistis, otro ayudín y a esta mirada no se le resiste ninguno. Explorás. Bailás casi con decencia con una mano ocupada en el vaso y la otra en la pajita. Te acodás sobre la barra. Elegís el pibe, lo mirás. Te mira (tendré algo en el pelo?). Lo mirás. Se te acerca, sostenés una mirada incendiaria sobre el niño, te sentís casi su madre y lo encarás. “¿Cómo te llamás?” “Beeeeep" ”Yo te conozco de algún lado” “Si, vos sos compañera de yoga de mi mamá, no le digas nada que me viste puede ser?” “De una jajajaaa”. 

Por lo menos la noche te esconde la mueca de dolor. Luces. Blancas. Son las 4. Encaremos el retiro sin ceremonias, caminemos con dignidad hasta el taxi. Las chiquis. “After, after!” After las pelotas “Noooo chicas estoy re cansada laburé toda la semana” “Fotis, fotis!” El sonido peliagudo otra vez, ahora directo al occipital. El flash en la cara. Se te acerca la criatura, al oído “Ya sabes no cuentes nada no?” Otra foto, esta vez con el infante. “Para el face, para el face!”… 

Si algo de dignidad te queda, la perdés. Sacás el celular y con lo que te queda de conciencia, encontrás el número. “Hola. Yo. Yo la Negra. Exacto ya no me reconocés la voz no? Qué haces tanto tiempo che! Yo aquí, con unas amigas, estábamos yendo a un after vos que onda? No qué aburrido che!. Ah. Ah que lindo mirá vos! Y cuántos meses tiene? Ay que hermoso me alegro mucho no sabía nada! Bueno che te dejo que me están esperando, me encantó que me llamaras pero lo dejamos para otro día si? Besitos” Silencio. 

Vuelta a la casa. El taxista, último ejemplar del sexo opuesto que, para cerrar la noche, te revuelve el puñal entre las tripas “Tremendas las chicas de hoy en día señora, tremendas. Recién llevé a tres que no se podían ni parar. Chicas chicas nomás, dicen que andaban con la tía…”
“Tremendas, caballero, a dónde iremos a parar..."





Para la Revista Ernesta




CÓMO CONQUISTAR EL MUNDO EN 48 HORAS

La historia registra extraños casos de personas que conquistaron el mundo y consecuentemente destruyeron el universo en tiempo record. No todos los casos han sido documentados, pero se sabe a por ejemplo un granjero de Laku Nike, en el corazón del África, que logró adueñarse del corazón de una anciana en pocas horas y le provocó la muerte por felicidad. 

Se estima que el universo ha sido destruido tantas veces como fue creado, y que solo ciertos mamíferos son capaces de llevar registro contable de lo ocurrido. 

Los universos destruidos por su parte nunca se quejaron de su destino errante.

JUVENTUD Y OCASO DEL INFAME SR. MC HUSH.



Juventud:


A FS 001 el Sr. Mc Hush informa sobre extraños sucesos paranormales registrados en su domicilio.


Se procede a las verificaciones de rutina que arrojan como resultado la ausencia de manifestaciones de tipo extrasensoriales en el lugar.

A fs. 003 el demandante firma, de su puño y letra y de total conformidad Declaración Jurada de Bienes donde consta que de los sucesos recientes no deriva daño material alguno.


A Fs 004 se procede al cierre de la causa habiendo la autoridad competente determinado la falsedad de la denuncia. Se intima al denunciante Mc Hush a fin de que en lo sucesivo se abstenga de alterar el orden social bajo pena de exilio.


Todo bajo firma y sello de Sus Señorías.

Ocaso:


Fs 005 a 2.856 (Tomo III, Libro XXI, Acta 2.356, Cuarto Equinoccio del año de la Nueva Era de los Pueblos)

Condénase al Sr. Mc Hush a la pena de lapidación social por el lapso que dure la falta envido, en función de hallarlo culpable de los cargos de Complicidad Civil con el Régimen Paranormal pasado, ocultamiento de manifestaciones extrasensoriales, enriquecimiento ilícito, banalidad, frivolidad falta de amor social y conspiración contra el Nuevo Regimen de Los Pueblos en complicidad con la Sociedad Patronal de Poltergeist y Espectros de la Vieja Era.


Todo bajo firma y sello de Sus Nuevas Señorías.

MUY TRISTE RELATO PARA NIÑOS MUY ADULTOS

Había una vez un Señor muy Rey que paseaba su magnificencia por sus muy vastos Reinos.

Y contaba el muy soberano sus muy altas cantidades de riquezas “Tengo esto y lo otro, y lo de más allá. Soy sumamente muy infinito”

Y de tanto calcular el muy espléndido comprendió cuán muy pocos eran sus dedos, lo cual enfureció de muy honda manera a su gran inmensa soberbia. Nada podía contar que sumase más de diez, que eran en este caso la limitada cantidad de dedos que Dios, en gala de perversa mezquindad, había posado sobre tan regias manos. Manos de Rey, dedos de Mendigo.

Nuestro muy Señor con grande ofuscación ordenó mediante Real Decreto la expropiación de los mejores dedos de sus muy leales plebeyos y de esta manera tuvo muy inmensa cantidad de dedos muertos que contaran sus muy muchos pavos y doncellas y demás posesiones.

De muerte muy lenta y demás dolorosa murió nuestro amo, llevándose consigo dedos blancos y violetas, según su respectivo estado de podredumbre, dejando no sin gran enojo para su pueblo mutilado los pavos, las doncellas y todo cuanto había con tanto regocijo podido en vida contabilizar.

GENESIS

El verdadero origen de las letras se remonta a un niño que juega a crear ciencia y vida, sentado en el centro del universo. Se divierte originando un mundo por acá, inventando los colores, el vacío y todo cuanto ahora nos es familiar. Cuando el niño llora porque nadie le celebra semejantes ocurrencias, pone en la lengua de la más triste de sus creaciones una letra, dos, mil quinientas, y el hombre aprende entonces a alabarlo. Así el infame se consuela, y echa a andar la maquinaria de la historia.

06.- PEDIDOS Y OFRECIDOS

Se lee en el diario "Compro a buen precio siestas de domingos intercambiables, compro y vendo peleas por hacer cosqillas. Cigarrillos en balcón, medias de dueños a medias, confusión de confesiones, historias inventadas y 'qué tarde que se hizo'" 

Quien más quién menos cree poder hacer negocio, y se presenta en el domicilio indicado llevando paquetes de brillitos que encandilan, edades de piedra y agua bendita. "No hay trato" informa el publicante, y al domingo siguiente insiste "Amores absurdos abstenerse".

INSOMNIO


Estimada Vecina:

Me resulta sumamente grato conocer que al momento de escribir estas líneas se encuentra usted bien. 


Escandalosamente bien podría decirse.


Sus manifestaciones sonoras dan cuenta no sólo de la felicidad que la invade sino de las grandes dotes de quien hace algunas semanas la acompaña en este valle de lágrimas. Enhorabuena. 


Motiva esta misiva la intención de coordinar horarios con usted, para que su dicha no invada mi silencio de ratas; o en su defecto para que, una vez utilizado, tenga a bien compartir con esta humilde servidora el origen de su euforia que, no dudo, debe ser morocho y corpulento. 


Sin más y esperando se reponga usted de tan agitado zarandeo, la saluda con profunda desolación.
 

CASAMIENTO II


Anoche tuve casamiento. Un primor. Lo peor de todo, como pensaba, nunca es el casamiento, sino la charla del día después.

A continuación, la breve conversación en la cocina, mate de por medio, entre madre tipo e hija tipo reprimida –Los diálogos pueden no reflejar la realidad fenomenológica sino ser la expresión del recuerdo de quien la escribe, en especial los que corresponden a “hija”-.

- Bueno ¿Y?

- ¿Qué?

- ¿Qué tal?

- ¿Qué?

- ¡El casamiento!

- Bien.

Las conversaciones entre madre e hija deberían agotarse ahí. Para evitar que a partir de ahora cuente una versión de la charla que sólo ocurrió en mi mente.

- ¿Y la novia? ¿Cómo era el vestido?

- Y era blanco. ¿Cómo esperabas que sea? Era blanco.

- Pero ¿Y el modelo?

- Y era un corsé con falda larga ¿Cómo esperabas que sea? ¿De diseñador? Era corsé y sí, ella estaba lindísima, igual que todas las novias, uno no puede verlas fea salvo que una sea invitada por parte del novio.

- ¿Y qué hicieron?

- Y lo que se hace en un casamiento: salvar a las ballenas, mirar el partido de Atlético. Nada, lloramos en la iglesia metiendo la panza para que no se descosiera el vestido, nos sentamos en la mesa de los solteros. Miento, me senté en la mesa de los solteros, cerca del baño, porque a los solteros nos mandan cerca del baño. Nos conocimos entre nosotros, uno era un pibe divino, terminando tercer grado, el año que viene jura la bandera.

En un momento ocurrió algo totalmente inesperado: el vals. Los novios bailaron el único vals que compuso Strauss en toda su vida, con gracia sin igual, deteniéndose unos pasitos ante el fotógrafo, una locura. Emoción a granel y novedades sin igual.

Después los novios de las chicas se zarparon y me sacaron a bailar. Bailamos “Entregá el marrón” alrededor de la novia, toda una novedad. Bailamos los Wachiturros, cosa muy zarpada y toda clase de cumbias. En un momento, sorprendentemente, los amigos del novio lo comenzaron a lanzar al techo, algo nunca antes visto, y después, en acto de total descontrol, hicieron lo propio con la novia.

Como si eso fuera poco, llegó el carnaval carioca, con lo cual la algarabía subió a niveles inimaginables. Ya a esa altura yo no metía la panza, por lo que el tío borracho del novio se congraciaba en la exploración de mi cintura. Una locura de placer.

Más tarde las solteras nos agrupamos y la novia arrojó hacia sus espaldas un ramo de flores. Aunque te parezca extraño, la leyenda dice que la que lo atrapa es la próxima en casarse. Un momento de risas histéricas y alegría por la afortunada, que insistía en hacer muecas de “No, yo ni loca, yo no pienso en el casamiento todavía, esto del ramo es pura casualidad, no quiero incomodar a mi novio”. El novio de la ganadora, burlado por los demás comensales, jamás sintió ganas de que el ramo se prendiera fuego espontáneamente y el momento fuera superado por un siniestro en el que, lamentablemente, se perderían vidas humanas.

Pará, mamá, si todo esto te saca de las estructuras, ni te imaginas lo que sigue. La novia se sentó en una silla y las amigas solteras comenzamos a pasar de a una a sentarnos al frente y, pie contra pie, el novio sacaba con los dientes una liga de su pierna y la llevaba hasta la nuestra. Ahí todos demostramos una total soltura con las reglas tradicionales del orden, riéndonos a granel de las peripecias de aquel hombre que no iba a poder tocar una pierna ajena nunca más. Yo, por supuesto, me escandalicé y mostré mi más absoluto asombro ante tal osadía.

Como si tales desparpajos fueran poco, más tarde, al son de una canción nunca antes oída, colocaron una botella en el suelo y por turno, todos comenzamos a realizar un baile erótico fingiendo sentarnos sobre el pico. A esa altura ya la locura era total.

Lo mejor de todo es que cuando miré el reloj, recién eran las 2 de la mañana, por lo que la noche estaba en pañales aún y muchas sorpresas me esperaban. Nos sentamos a descansar un poco y me puse a reflexionar sobre la novedosa decoración del lugar. ¿Podés creer mamá que las sillas se encontraban cubiertas de telas blancas, con un lazo de color ajustándolas? Jamás hubiera supuesto que debajo del lienzo se escondía un mamarracho de plástico, ya que una silla disfrazada de fantasma engaña muy bien y todos suponemos que la silla nació así, vestida, y que es muy precioso y novedoso su engalanamiento. Un aplauso para la silla.
Esa es la hora en que las chicas empiezan a esconder los centros de mesa. Todas deben haber pensado en lo precioso que quedarían esos engendros de tul en sus propios livings, quizás por eso los guardan bajo saco del novio en una silla-fantasma.

Más adelante, los invitados más dicharacheros comenzaron a aparecer luciendo extraños sombreros de goma espuma y demás cotillones. Todo ello supuso el abandono total de las reglas del decoro, en una microsociedad que no por vestir traje y corbata abandona la soltura y la originalidad. A mí también me llegó el cotillón y claro, puse cara de que no me interesaba mi vestimenta formal, al diablo, dije, qué fiesta de locos, yo me pongo el collar de flores y salgo a la pista. Miré el reloj y ya eran las 2 y cuarto, el tiempo vuela cuando una está inmersa en un mundo de novedades y desparpajo.
Hicimos el trencito, después el puente, bailamos reggaetón y, como si todo ello fuera poco, nos pusimos las corbatas masculinas como vinchas.

Los más cercanos a la novia estábamos profundamente emocionados porque sabemos que, por algún motivo, este es el día más importante de su vida. Hasta entonces había sido el de su primer beso, más tarde el de su graduación, después será el de su embarazo, el de sus partos, el de la primera comunión de los chicos: la vida está llena de mejores días de la vida.

Después de todos estos pensamientos, y ante una montaña rusa de nuevas emociones vividas, me volví a casa. Las chicas me insistieron en que me quedara, por algún motivo los borrachos sentimos que no podemos ser felices si no obligamos a los demás a serlo. Pero soy una rompecorazones incurable, y como sospeché que la seguirían pasando bien sin mí, me fui.

Así que te devuelvo los aritos que me prestaste, son preciosos, nadie notó que son una imitación de las joyas que vemos en la red carpet. Tampoco nadie hizo mención a lo hermoso que nos quedan los vestidos de sirena a las que tenemos rollitos, ni al frío que nos hizo porque todavía no se inventaron buenos abrigos de gala. Durante toda la noche, disfrutamos de un sinfín de elegancias que, estamos seguros, serían la envidia de la corte de Mónaco.

Fin del relato. Mi madre aporta el remate.

- ¿Ves que al final son divertidos los casamientos?

Ahora sí, fin del relato.



CASAMIENTO I


Hoy me toca casamiento. Y no es que tenga algo mejor que hacer yo, justo la noche en que la gente se casa, pero como siempre traté de explicarle a la novia “Mirá, todo bien si no me invitás, la verdad a mí mucho los casamientos no me gustan y no quiero que gastés en la tarjeta” El tire y afloje es parecido al de la lavada de platos de los domingos: las dos nos peleamos por hacer sentir a la otra mejor que a una misma. “Pero no seas zonza che, vos sabés lo que significa para mí que vayas”.

¿Qué? ¿Qué significa que vaya yo, entre 200 personas que sí quieren ir? Nunca me lo explicaron bien. Igualmente, una va, va porque la conversación llega al punto que la otra te sugiere con mucha ternura que ya te va a tocar a vos, que entiende que ir sola a un casamiento es una prueba dura pero que está segura que volveremos a bailar el vals juntas, esta vez en el mío.

Una va porque ya no sabe qué responder. Si el tren de una ya pasó, o si una se cansó y se fue a tomar un café con leche y ya no lo espera.

El preámbulo del casamiento es siempre el mismo. Yo por lo menos me siento a esperar que el mundo se acomode a mi favor y me envíe el vestido y los zapatos que no tengo, y que no pienso comprar, ni si quiera aunque pudiera. Es el día D las chicas pidieron permiso en el trabajo y ninguna puede ir a tomar un café a la tarde porque “Esta noche es el casamiento”. Por algún motivo las mujeres hacemos una especie de reclusión de claustro durante el día de la boda ajena.

Yo no quiero que se confunda mi desinterés por el evento con alguna especie de superación personal o una postura contestataria. Yo por lo menos no superé para nada la edad adolescente en que era muy importante encajar.

Esta noche tengo casamiento y todo el día tuve esa sensación de que no debía preocuparme porque en el placard seguramente está olvidado el vestido adecuado. Yo no recuerdo tenerlo, pero el placard me sorprendió tantas veces que le tengo una fe bárbara.  Si no fuera por las chicas, que comienzan a llamarte para contarte que el vestido les quedó así, o asá, la culpa no me llegaría al tanque y no me habría puesto a buscar. Y efectivamente, de acuerdo a lo matemáticamente esperable, no, no existe tal vestido.

“¿Tenés algo para prestarme che? Sabés que el que me iba a poner no se qué le pasa, no me entra” “Si nena, el color bronce con el lazo te va a quedar bien, te lo mando” “Sí, cualquier mierda me va a servir, total voy a quedar como un Bon o Bon con cualquier trapo de color”. Mentira, eso no le dije, no soy tan contestataria.

Lo peor de todo no son los casamientos, ni mucho menos el de hoy. Lo peor de todo es la charla del día después. 


ACOSO VERBAL CALLEJERO: CUANDO EL PIROPO SE CONVIERTE EN INSULTO

Pocas mujeres han escuchado la expresión “acoso verbal callejero”, pero casi todas conocen bien su significado. El acoso verbal callejero es el pariente bastardo del “piropo”; desnaturalizado y desviado, pero que toma prestada su legitimidad para instalarse en la vida cotidiana social.

Hablamos de lo que comúnmente se conoce como “groserías” dichas por desconocidos, usualmente a mujeres –aunque también lo padecen travestis y homosexuales- que generalmente ocurre en la vía pública. Se trata de una variable del acoso sexual que padecen muchas mujeres en ámbitos laborales o familiares, con la diferencia que en este caso, son proferidas por extraños y no persiguen ningún tipo de objetivo de acercamiento sexual.

No es una problemática de fácil abordaje. La legislación argentina no lo contempla como una forma de acoso, y es tan común como el andar mismo de las mujeres por la calle. 

Socialmente, la cotidianeidad le ha otorgado un nivel de impunidad y tolerancia que incluso algunos profesionales de la conducta ni si quiera reparan en el tema.

Del “piropo” al acoso verbal 
El llamado piropo suele ser una frase ingeniosa, que exalta las características positivas del que las recibe tanto en lo referente a la belleza física como a sus modales. Su objetivo inmediato es producir una sensación placentera en quien el receptor y, eventualmente, servirse de esa buena predisposición para concretar un encuentro. Aunque en muchos casos el acercamiento no se concrete, el objetivo del piropo queda cumplido con la simple sensación de satisfacción de quien lo recibe.

Por el contrario, el acoso verbal no exalta las virtudes estéticas de quien lo recibe sino su intimidad sexual. Suele contener referencias explícitas a las zonas genitales de la mujer o describirla en situaciones íntimas imaginadas por el emisor. En muchos casos, las referencias sexuales vienen acompañadas de expresiones agresivas o de amenazas violentas.  

Es que mientras el piropo (generalmente dicho de un hombre a una mujer, aunque existen de todas clases) persigue fines de cortejo, el llamado acoso verbal callejero desde su enunciación abandona este objetivo. No es usual, por no decir imposible, que una mujer que reciba en la vía pública una frase agresiva concrete un encuentro con el acosador por voluntad propia.
Y es que el encuentro íntimo voluntario es improbable porque en la enunciación de la propuesta, la gran ausente es la invitación. El acosador lo sabe, y en ningún caso espera que la mujer intente un acercamiento.

“Se trata de una práctica de contenido onanista”, explica la Psicóloga Paola Pacheco Ansonnaud. “El deseo sexual que despierta la víctima se agota ahí, el acosador no tiene interés de compartir la experiencia de placer con el otro: por el contrario, su intención es devaluar el objeto de su deseo”

Paola Pacheco es Licenciada en Psicología y Sexóloga. En diálogo con , explica: 
“Existe una incapacidad en transformar al otro- objeto en sujeto, de compartir el deseo. A medida que las personas evolucionan psíquicamente, comienzan a incorporar la subjetividad del otro en el deseo. El acoso verbal en cambio, constituye una forma de relacionarse perversa en la que el acosador deja a la víctima en la categoría de objeto, e incluso busca devaluarlo”

Conocido, cotidiano, aceptado 
El acoso callejero es una práctica social muy corriente. Basa su legitimidad en ideas socialmente muy arraigadas como la culpa de la mujer por excitar sexualmente al hombre. Es muy común escuchar justificaciones del tipo “¿Cómo quiere que no le digan groserías si se viste de manera provocativa?”

Y es que la mujer, con su apariencia física, puede intentar gustar, agradar, pero en ningún caso, ser agredida. “La vestimenta de una mujer habla de lo que considera parte de su intimidad, de lo que no expone ni a la mirada ni a los comentarios del otro. El hecho de que una mujer camine por la calle con sus partes íntimas cubiertas, dice a la sociedad que esas partes pertenecen a su intimidad, no son públicas y mucho menos son causal de agresiones”
Sin embargo, la idea ancestral de la propiedad del hombre sobre las mujeres deriva en algunos casos en que el sujeto se sienta con pleno derecho social a referirse a su intimidad, incluso agresivamente.

“En el proceso evolutivo es normal que los hombres busquen construir su masculinidad. Por lo general todos crecemos feminizados por la crianza materna, y es normal que los varones a medida que evolucionan vayan asumiendo los roles sociales que le pertenecen, entre ellos, los de dominación de la mujer. A medida que vaya evolucionando, irá comprendiendo que la masculinidad no se contruye desde un rol de dominación”, explica la Licenciada Pacheco.

“Sin embargo, entre el niño que presumiendo empuja o agrede a la niña, y el adulto que desarrolla relaciones no perversas con las mujeres, hay un proceso de aprendizaje. Ese aprendizaje por lo general se va nutriendo de los contactos que el hombre va teniendo con mujeres a lo largo de su vida, del proceso de identificación secundaria, de encontrar la propia masculinidad a partir de la mujer no ya como objeto, sino como sujeto. En cambio, quien no ha recorrido ese camino, o no ha tenido suficiente experiencia con las mujeres, suele quedar en la etapa de la agresión como forma de resaltar su masculinidad”, explica.

¿Una patología? 
Es muy difícil sentenciar que todos los hombres que ejercen violencia verbal contra las mujeres en la calle padecen algún tipo de patología. La práctica es socialmente tan aceptada, que hay quienes viven el acoso como una forma de obtener placer, y hay quienes lo hacen simplemente por integración al grupo, por imitación o por costumbre. Lo cierto es que ni uno ni otro reciben ningún tipo de sanción social.

La víctima 
La pregunta es: si la sociedad no pena de manera alguna estas conductas ¿Por qué inferimos que son negativas? La respuesta es sencilla: por el sufrimiento que provoca en la víctima.
Cuando hablamos de víctima, quizás el término suene exagerado, porque la sociedad consiente el acoso callejero. Y si la sociedad no considera que es un acto reprochable, mucho menos se refiere a la mujer como víctima.

Sin embargo, el efecto que produce en la mujer es sumamente negativo, aunque sea frecuente y forme parte de su cotidianeidad. Curiosamente – o no tanto-, la primera sensación que la ataca es la de vergüenza: su intimidad queda expuesta públicamente sin su consentimiento. También son comunes las sensaciones de temor cuando el acoso va acompañado de amenazas de concretar lo que se dice y, por último, de enojo.

Qué hacer 
El enojo suele ser la forma más sana de reacción ante el acoso verbal callejero. Invierte los roles de víctima y victimario y legitima a la mujer a responder a la agresión, sancionando al provocador, elevándola del lugar desvalorizado en que el acosador la coloca. 

Cuando una mujer responde a la agresión está encaminada a asumir internamente que el equivocado es el otro y dirige una sanción a una conducta censurable. De esta manera, el objetivo de ubicarla en una posición desvalorizada no se cumple, o va en camino a no cumplirse. (Ver nota relacionada: "Cómo reaccionar ante el acoso verbal callejero")

La mujer que reacciona rompe el mecanismo que viene funcionando aceitadamente  y que la encamina a situarse como víctima y merecedora de la agresión. Se trata de romper una relación de poder en que el acosador, en complicidad con el silencio social, siempre sale triunfante.

Aunque es difícil y hasta pueda llegar a ser riesgoso, lo aconsejable es reaccionar, siempre que se trate de un lugar público en el que los demás puedan eventualmente detener al acosador si reacciona con violencia.

El silencio, el gran enemigo

De la misma manera en que el derecho no pena el acoso verbal callejero, la sociedad está lejos de hacerlo. Aún existe en el imaginario colectivo la idea de que el acoso callejero es parte de la cotidianeidad. Y en muchos casos, los testigos suelen condenar a la mujer que responde la agresión por “no aceptar un piropo”.

Suele ser visto como un hecho curioso y aislado, sin tener en cuenta que la misma mujer, seguramente unas cuadras más adelante, volverá a vivir la misma situación. Es la repetición justamente lo que erosiona, lo que va carcomiendo la estima de una persona que una y otra vez, es colocada en una situación de exposición indeseada, de degradación de su femineidad.

Estas agresiones no ocurren cuando la mujer va acompañada de otro hombre. Hay una especie de alarma que alerta al acosador de que su conducta será sancionada por otra persona a la que él seguramente reconocerá como el verdadero “dueño” de la mujer.

Sin embargo, mientras la mujer circule sin dueño, el acosador se sentirá con derecho a ocupar el puesto vacante, aunque sea por unos segundos.

El desafío seguramente consistirá en que la mujer asuma el rol de “dueña” de sí misma y sancione lo que ni las leyes ni la sociedad parecen aún dispuestos a castigar. Convertir al acoso en una constante reprochable.

Es que, aunque suene trillado,  en el caso del acoso verbal callejero -como en cualquier otra situación de violencia de género- el principal enemigo sigue siendo el silencio.



Para El Intransigente edición impresa




PEDIGREE


Ladraba el Bartolo:
"No dejo en lo más honesto de mis pensamientos de culpar a mis padres por lo que soy. Reniego de sus inclonclusiones y sus buenos augurios. No soy otra cosa que la perversa cruza entre la libertad absoluta que se encierra en mi padre y el instinto de supervivencia de mi madre. No pude ser otra cosa que sus deseos, desenfrenados, desorbitados. Que los viajes que no hicieron, que las pasiones que no los poseyeron"
Daba dos vueltas y se echaba a dormir.

NADA


Estaba muerto y como no había más que hacer, soñaba. En el sueño estaba muerto, y como no tenía nada para hacer, soñaba.

INOCENTE COLECTIVO


Las hormigas no pueden ser una. ¿Cómo vivir sino después de una maratónica corrida por los bancos? Si por cada apurón muere una, que es mamá, que iba a buscar hojas, que iba a ser mamá ¿cómo llevarlas en la conciencia? Las hormigas tienen que ser, por nuestra paz mental, parte de una gran hormiga y al pisarla solo le arrancamos medio pelo, dos pestañas, tres cuartos de futuro.

LA AVENTURA DEL HOMBRE

Las ex son una especie poco explorada de la naturaleza, sobre la que pesan mitos comunes que las definen como seres uniformes y monofacéticos. Su función en la naturaleza parece ser la de coartar el goce sexual del macho, aunque recientes estudios sugieren que en epocas de aridez o sequía son las ex las encargadas de proveer alimento a los andropáusicos (animales de muy poca agilidad pero de gran poder adquisitivo).