A Guillermina todo le cuesta más, excepto la felicidad.
Cuando tiene ganas de hablar, abre demasiado la boca y se
concentra en cada consonante, pero sólo las vocales le salen bien. A veces
agrega una i donde no va.
Cuando ve a un señor vestido de blanco, llora, porque cree
que es un doctor. No habla nunca, pero cuando escucha la palabra hospital dice
siempre “A mí no”. Y no se calma hasta que uno la convence de que a ella no.
Sus amigos son todos grandes: la mamá, el papá, los abuelos,
los tíos, la psicóloga, la fonoaudióloga y la maestra integradora. Va de
terapia en terapia y conoce más neurólogos que los que vio una persona común en
toda su vida.
Dicen que Guillermina es diferente a los otros chicos,
porque